¿Por qué abolir la pena de muerte?

el 23 noviembre 2020

1- Ningún Estado debería tener el poder de quitarle la vida a un/a ciudadano/a.

2- Es irreversible. Ninguna justicia está a salvo de los errores judiciales y en todos los países se condena a personas inocentes.

3- Es injusto. La pena de muerte es discriminatoria y a menudo se utiliza de manera desproporcionada contra las personas pobres, con discapacidad intelectual o psíquica, las personas que son discriminadas por su orientación sexual o su pertenencia a una minoría racial, étnica, nacional o religiosa.

4- Es inhumana, cruel y degradante. Las condiciones de vida en el corredor de la muerte infligen un sufrimiento psicológico extremo, y la ejecución es una agresión física y mental.

5- Niega toda posibilidad de rehabilitación.

6- Se aplica en violación de las normas internacionales. No respeta los principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que establece que «Todo individuo tiene derecho a la vida y que nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes». Contradice la tendencia internacional hacia la abolición, teniendo en cuenta que, en siete ocasiones, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha pedido que se establezca una moratoria del uso de la pena de muerte (Resoluciones 62/149 en 2007, 63/168 en 2008, 65/206 en 2010, 67/176 en 2012, 69/186 en 2014, 71/187 en 2016, 73/175 en 2018 y 75/183 en 2020).

7- Crea más sufrimiento indirecto, especialmente para los familiares del/de la condenado/a, incluidos los niños/as, que serán sometidos/as a la violencia de un duelo programado e impuesto.

8- Es contraproducente. Al instituir el asesinato de un ser humano como una solución penal, la pena de muerte apoya la idea del asesinato en vez de combatirla.

9- No garantiza una mejor seguridad para todos y todas. Nunca se ha probado de forma concluyente que la pena de muerte tenga un efecto disuasorio.

10- No todas las familias de las víctimas de asesinato apoyan la pena de muerte. Un número importante y creciente de familias de víctimas en todo el mundo rechazan la pena capital y lo dicen abiertamente. Consideran que la pena de muerte no les devolverá a su ser querido asesinado ni honrará su memoria, que no les curará del dolor del asesinato y que viola sus creencias éticas y religiosas.